

El Party Game de improvisación más loco de la galaxia. Crea personajes, interpreta situaciones absurdas y gana a base de risas. Ideal para grupos grandes.
LELOS no es un juego normal, s el Party Game de improvisación más loco de la galaxia
Aquí vienes a actuar, improvisar y reírte de ti mismo (pero sobre todo de los demás).
Crea historias locas, interpreta personajes aún más locos…
y si te sale bien, igual te coronas como la Reina o Rey Lelo.







🎲 De 3 a 16 jugadores
⏱ 30-60 minutos

Todo empezó en la Plaza Central de Lelópolis. Nix, un mastodonte rojo con el cerebro de un guisante y el ego de un planeta, se encaró con Oli, un doctor de dudosa reputación, que no recordaba si la jeringuilla que tenía en la mano era para curar o drogar. La causa de la disputa era tan absurda como ellos: una jeringa usada tirada en el suelo, que ambos consideraban el hallazgo del siglo. Los dos se miraban, ceños fruncidos y culos bien apretaditos. Sin decir ni una palabra, empezaron a empujarse, hasta que Nix atizo a Oli con tal fuerza que resonó como una explosión. El estruendo fue tal que los Lelos salieron corriendo como si alguien hubiera dicho “¡se acabaron los churros gratis!”. Y allí empezó el caos.
Mientras los dos brutos se enzarzaban en una pelea tan épica como inútil, Flo, un conductor compulsivo de camiones con más problemas de autocontrol que un mono con dinamita, vio en la situación la oportunidad perfecta para impresionar a su amor secreto: Lía. La Lela más coqueta y gorda del planeta, convencida de que era una modelo de pasarela. Flo, dispuesto a conquistarla con un acto heroico (y sin pensar mucho), arrancó su destartalado camión y gritó “¡por ti, mi diosa!”. Tomó el volante con una risa demente y arrancó el motor de su destartalada camioneta, embistiendo farolas, un puesto de churros y hasta a un grupo de turistas que nunca supieron qué los golpeó. Los Lelos corrían en todas direcciones, saltando unos encima de otros, mientras Flo apretaba el claxon y gritaba: “¡Todos a tomar por culo!”. Aun así, Lía ni lo miró.
Al ver el caos, Gas se acercó, su cara iluminada con la clase de emoción que uno debería reservar para las navidades. Sacó una lata de frijoles que llevaba dentro de su cuerpo y empezó a masticar como un poseso mientras disfrutaba del espectáculo. “Uy, tengo un pedete” murmuró, y desató una tormenta de gases tan tóxicos que las calles se llenaron de una nube verde que quemaba los ojos. Los Lelos caían desmayados en el suelo, tosiendo y jadeando, mientras Gas bailaba en medio de la catástrofe. El aire se volvió espeso, verde, y asqueroso, mientras las nubes de gas tóxico cubrían el cielo.
En medio de la peste y la confusión, alguien chilló: "¡Miren al cielo!" Sky, el unicornio volador con un nivel de adicción a los polvos mágicos tan alto que ni se acordaba de su nombre, volaba en círculos como si fuera el coloso de un circo maldito. Desde arriba, lanzaba polvillo brillante que caía como una nevada fosforescente sobre la ciudad. En pocos segundos, el aire de Lelópolis estaba tan saturado de alucinógenos que los Lelos empezaron a ver cosas, mientras entraban en una espiral de alucinaciones tan retorcidas que se lanzaban unos contra otros, creyendo estar en una épica batalla espacial. Sky reía desde las alturas mientras giraba como una peonza, más drogado que nunca.
En medio de todo esto, Lia, la diva autoproclamada, desfilaba por la plaza entre el gas y el glitter como si fuera su alfombra roja personal. Se miraba en su espejo de mano y murmuraba: “Ay, qué divina soy”. Ignoraba los gritos, los empujones y a Flo, que desde el suelo le gritaba “¡Mírame, mi amor, mírame!” con un ojo morado y el camión en llamas.
Y entonces, ELA apareció. La misteriosa Lela dormilona, que nadie sabía si estaba viva o en coma permanente, apareció sonámbula, arrastrando su osito de peluche, su almohada y bostezando a cada paso. Caminaba entre el caos sin inmutarse, como si estuviera soñando con cupcakes y nubes. Nadie se atrevía a despertarla. Se decía que, si ELA se despertaba bruscamente, su grito podía partir una montaña.
Pero el verdadero caos comenzó cuando Rex, el viejo dinosaurio tullido de 5 metros, salía de su tienda de comida para mascotas tratando de huir del desastre. Los Lelos lo miraban venir, rodando a toda velocidad, y chillaban como si fuera el mismísimo diablo. Pero Rex, incapaz de frenar, solo pudo gritar: "¡Quítense del medio, gusanooos!" mientras seguía en línea recta, aplastando a unos cuantos desafortunados por el camino. Llegó al borde de la plaza, justo donde Flo había dejado una rampa improvisada y, antes de darse cuenta, ¡salió volando!
En cámara lenta, todos observaron con la boca abierta cómo Rex, el dinosaurio mutilado en su silla de ruedas, volaba como si de un extraterrestre en bicicleta se tratase. Fue un momento glorioso. Flotando en el aire, Rex se sintió por primera vez como un rey. "¡Soy el amo del puto universo!" gritaba mientras giraba en el aire, antes de estrellarse contra la torre del Leloj de la plaza, la cual no puedo aguantar el golpe y se derrumbó encima de todos los Lelos allí presentes, como si fuera una torre de Jenga.
Para ese punto, Lelópolis ya no era una ciudad; era un campo de batalla de anarquía pura. Nadie podía decir qué estaba pasando ni cómo había empezado, y a nadie parecía importarle. El desastre se extendió más allá de las fronteras de Lelópolis e incluso llegó a planetas vecinos, pero eso ya, es otra historia…
Bienvenidos a… ¡LELOS!

















